Julio duerme, le falta poquito para levantarse cuando escucha un ruido ensordecedor, se estremece, pega un salto de su cama y ve cómo la lámpara de la habitación cae estrepitosamente al suelo mientras el edificio se bambolea de un lado a otro. Piensa que sueña pero es realidad, el movimiento en la escala de Richter es de 7 grados, según el informe de las autoridades. Sale del edificio corriendo, desnudo, el mismo es antisísmico, esta a salvo. La Ciudad más importante de Haití está en ruinas. Caos total. La mayoría de los edificios destruidos por el terremoto a pesar de estar supuestamente preparados para éste tipo de acontecimientos, se ve que no es así, debido a que ingenieros y arquitectos inescrupulosos abultan sus ganancias en detrimento de la calidad de los mismos. Sin agua, con la luz cortada, escombros por doquier, gritos que no se saben de dónde provienen, olores fétidos que anuncian la muerte. Julio al salir no toma sus anteojos de la mesita de luz y su miopía le impide ver una enorme zanja abierta en medio de la calle, cae y está dos días tapado por escombros sin conocimiento. Despierta en el Hospital Argentino Itinerante que montaron en la zona, salvan su vida pero el médico argentino que lo atiende siente que debió dejarlo morir a pesar de su juramento. Mediante comentarios se entera que Julio nacido en el Impenetrable (Chaco) compatriota suyo es uno de esos inescrupulosos ingenieros. Mientras concluye las últimas curaciones, el médico lo increpa respecto de su actitud, de su irresponsabilidad de construir edificios no preparados para la zona con la connivencia de algún responsable municipal. Le da el alta al mismo tiempo que le grita y lo hostiga. Julio está perfectamente bien y trata de hacer caso omiso a las acusaciones del médico que dice: yerba mala nunca muere. En esos momentos se apodera de Julio una terrible ira, lo toma del cuello y mientras está a punto de asfixiarlo le pregunta porque se encuentra salvando vidas en Haití cuando miles de personas mueren en el impenetrable por falta de atención médica y le espeta otra frase: la caridad bien entendida empieza por casa. Los ojos del médico comienzan a cerrarse pero intervienen colegas en su ayuda, entre varios toman a Julio mientras otros auxilian al médico. Logran separarlos. Julio va hacia la casa de un amigo arquitecto para quedarse ya que no está afectada por el sismo, los materiales utilizados en ésta construcción son los permitidos. En el camino ve miles de cadáveres putrefactos, el que más le impresiona es el de un niño de unos cinco años, decapitado, con sus riñones y estómago visibles. Se le caen las lágrimas mientras recuerda la pelea con el médico, cambia de dirección hacia el aeropuerto y saca un pasaje de emergencia para regresar a Argentina.
Graciela Pera
Relato Ficción adaptado de una noticia
Enero 2009
Graciela Pera
Relato Ficción adaptado de una noticia
Enero 2009
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